¿Te imaginas tener un asistente digital que te ayude a procesar montañas de información científica en un abrir y cerrar de ojos? Bueno, Google está lanzando al mundo su nuevo sistema de inteligencia artificial, diseñado para dar a los científicos una especie de «superpoderes». Según Alan Karthikesalingam, de Google, la idea es clara: potenciar a los investigadores a través de la tecnología.
Aunque aún no tiene un nombre oficial, de momento se le conoce como “co-scientist”, este asistente se basa en los modelos de lenguaje Gemini de Google. La premisa es sencilla: cuando un investigador plantea una pregunta o establece un objetivo, como encontrar un nuevo fármaco, la IA genera ideas iniciales en solo 15 minutos. Luego, varios agentes de Gemini se ponen a «discutir» y mejorar esas hipótesis durante horas e incluso días, según explica Vivek Natarajan, también de Google.
¿Puede realmente generar ideas innovadoras?
Por el momento, la herramienta ha sido probada por algunos equipos de investigación, quienes ya han comenzado a compartir sus experiencias. Aunque todos parecen entusiasmados con el potencial de la IA para sintetizar hallazgos, hay un gran interrogante en el aire: ¿realmente puede generar hipótesis novedosas?
Por ejemplo, un grupo utilizó la IA para encontrar nuevas formas de tratar la fibrosis hepática. Sin embargo, los fármacos propuestos ya habían sido investigados anteriormente para este fin. «Los medicamentos identificados son todos bien conocidos como antifibroticos», comenta Steven O’Reilly, de la empresa biotecnológica Alcyomics. ¿Entonces, hay algo realmente nuevo aquí?
A pesar de esto, Gary Peltz, de la Universidad de Stanford, señala que dos de los tres medicamentos seleccionados por la IA mostraron resultados prometedores en pruebas con organoides hepáticos humanos, mientras que sus propias elecciones no dieron resultado, a pesar de contar con más evidencia a su favor. ¡Interesante, ¿verdad?
En otro estudio, José Penadés, de Imperial College London, pidió a la IA que explicara un enigma relacionado con elementos genéticos móviles. Lo sorprendente fue que su primera sugerencia coincidía con un descubrimiento no publicado del equipo. Penadés no pudo evitar preguntarse si Google tenía acceso a su información personal. ¿Cómo pudo la IA llegar a esa conclusión?
Lo que parece claro es que la IA no inventó nada nuevo, sino que juntó información dispersa que ya estaba disponible. Penadés menciona que, aunque la solución era conocida, la IA logró unir las piezas de una manera que los humanos no habían considerado. ¿Podría esto significar que la IA es más efectiva en ciertas tareas?
Aunque algunos críticos son cautelosos, el panorama general es optimista. La trayectoria de Google en la creación de herramientas de IA ha tenido sus altibajos. Su sistema AlphaFold ha demostrado ser un verdadero avance, incluso ganando un premio Nobel el año pasado. Sin embargo, otros anuncios, como la creación de «nuevos materiales», resultaron ser menos impresionantes de lo esperado.
Robert Palgrave, de University College London, aunque crítico con algunas afirmaciones de Google, sostiene que la IA tiene un gran potencial para colaborar con científicos. «Si se implementa correctamente, la IA puede ser una herramienta muy valiosa en la investigación», concluye. ¿Estamos ante el amanecer de una nueva era en la investigación científica?