En un evento sin precedentes, el Papa Francisco dirigió su primer discurso a los líderes del G-7 en Fasano, Italia, y el tema no pudo ser más relevante: la inteligencia artificial (IA). El Papa no se anduvo con rodeos y lanzó una advertencia clara y contundente: la IA ofrece beneficios inmensos, pero también plantea serios riesgos éticos para el futuro de la humanidad.
El pontífice se dirigió a un público de altos mandos, incluyendo figuras como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, subrayando que la cuestión de la IA genera una mezcla de entusiasmo y temor. “En este sentido, podríamos decir que todos nosotros, aunque en diferentes grados, experimentamos dos emociones: estamos entusiasmados cuando imaginamos los avances que pueden resultar de la inteligencia artificial, pero al mismo tiempo, tememos cuando reconocemos los peligros inherentes a su uso”, comentó el Papa Francisco.
En su discurso, el Papa comparó la IA con las primitivas cuchillas de sílex y la energía nuclear, resaltando que cada avance tecnológico humano ha presentado oportunidades tanto para la auto-mejora como para la violencia. Sin una barrera ética sólida, la IA podría exacerbar la «cultura del descarte» y deshumanizar a las sociedades más vulnerables.
El Papa enfatizó que un uso irresponsable de la tecnología podría condenar a la humanidad a un futuro sin esperanza, donde las decisiones cruciales sobre nuestras vidas y sociedad sean dictadas por máquinas, robando la dignidad y el control humano sobre nuestras propias vidas.
La tecnología versus la dignidad humana: El llamado del Papa Francisco
El Papa Francisco también destacó en su discurso en el G-7 la importancia de mantener un control humano adecuado sobre las decisiones hechas por programas de inteligencia artificial. Según el pontífice, la dignidad humana misma depende de ello. ¿Nos hemos detenido a pensar realmente en esto? El Papa nos insta a reflexionar sobre cómo la IA podría comprometer la integridad y la dignidad que son esenciales en áreas tan sensibles como la educación de los niños, el sistema de justicia penal y, aún más alarmante, la guerra.
Para el Papa, el problema no es solo la tecnología en sí, sino la forma en que nuestra humanidad podría ser erosionada por la dependencia excesiva en estas herramientas. En un mundo donde las máquinas toman decisiones críticas, ¿dónde queda nuestro espacio para la humanidad? ¿Estamos condenando a las generaciones futuras a un destino sin esperanza, donde el control sobre sus vidas está en manos de algoritmos y no de seres humanos?
El pontífice hizo hincapié en que necesitamos una política saludable, una que involucre los sectores y habilidades más diversos para supervisar este proceso. Porque, al fin y al cabo, solo a través de reformas fundamentales y una renovación significativa, podremos evitar que la IA se convierta en una herramienta de opresión en lugar de una de liberación.
Finalmente, el Papa Francisco, quien ha sido un crítico vocal de la inteligencia artificial desde que la tecnología comenzó a ganar atención masiva el año pasado, reiteró sus preocupaciones de que los sistemas tecnocráticos globales podrían aprovechar la eficiencia de la IA sin tener en cuenta sus impactos más amplios, especialmente sobre los pobres y los vulnerables.