La inteligencia artificial (IA) ha abierto un debate fascinante y controvertido sobre la posibilidad de alcanzar una forma de inmortalidad digital. Este concepto implica preservar aspectos clave de nuestra personalidad, recuerdos y sueños, incluso después de la muerte física. ¿Es realmente posible y ético conservar una versión digital de nosotros mismos más allá de nuestra existencia física? Dos documentales presentados en el Festival de Cine de Sundance, «Eternal You» y «Love Machina», abordan esta cuestión desde perspectivas distintas, resaltando las complejidades éticas y emocionales involucradas.
El documental «Eternal You» pone de manifiesto una tendencia alarmante: startups impulsadas por IA que se aprovechan de personas en duelo. Estas empresas ofrecen a sus clientes la posibilidad de interactuar con avatares de seres queridos fallecidos, una práctica que puede resultar adictiva y emocionalmente peligrosa. El film destaca el costo emocional y los riesgos potenciales de esta industria emergente, cuestionando nuestra preparación como sociedad para manejar el duelo de una manera saludable. ¿Hasta dónde puede llegar la tecnología sin cruzar límites éticos?
Por otro lado, «Love Machina» presenta una historia de amor futurista, donde la IA desempeña un papel crucial en mantener viva una relación amorosa durante miles de años. El documental sigue a Martine Rothblatt, fundadora de SiriusXM, en su proyecto de crear un robot humanoide impulsado por IA, Bina48, con el objetivo de perpetuar su historia de amor con su pareja Bina. Este enfoque abre un debate sobre la autenticidad de las respuestas de la IA y las fronteras difusas entre la realidad y la emulación tecnológica.
Ambos documentales iluminan los desafíos y dilemas éticos que plantea el concepto de inmortalidad digital. Según los cineastas, es urgente abordar estas cuestiones a medida que la sociedad enfrenta las implicaciones de un más allá digital impulsado por la IA. La definición de límites éticos se vuelve primordial, dados los enormes incentivos financieros y los posibles desequilibrios de poder asociados a la inmortalidad digital.